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Consejos para dejar de procrastinar y tener al día todas las tareas

Bien-ESTAR · 19 mayo 2022

¿Eres de los que deja las tareas para otro día? ¿De los adictos al “ya lo haré mañana”? Procrastinar, es decir, dejar para más adelante lo que tenemos que hacer ahora, es un hábito que acarrea consecuencias y del que tenemos que ser conscientes. Puede llegar a ser preocupante cuando como consecuencia de dejar todas las tareas para más adelante acabemos con prisas y agobios de última hora.

Realmente lo que hace una persona que procastina, es evadir la responsabilidad buscando evitarla, aún a sabiendas que tendrá que enfrentarse a ella. Esta forma de actuar provoca cierta adicción con los mismos efectos que una pequeña droga: placer inmediato, sentimiento de frustración al final y posterior desencanto con uno mismo.

Según Seby García, experto en coaching ejecutivo y personal por ASESCO (Asociación Española de Coaching), esta actitud no es más que un síntoma y está asociada a la emoción del miedo. “Uno de los motivos que nos lleva a posponer algo importante es el miedo al fracaso que tratamos de mitigar a través de tareas vacías como consultar mensajes, ver las noticias en el móvil, levantarnos a tomar otro café o un vaso de agua, que producen un placer inmediato por su facilidad de realización. De esta forma compensamos ese miedo y la incómoda sensación de saber que no estamos haciendo lo que debemos. Una persona que procrastina sabe lo que tiene que hacer, pero teme enfrentarse a esa tarea”, explica.

Y todas las personas procastinamos en alguna ocasión, “lo preocupante de la procrastinación es cuando dejamos de hacer tareas imprescindibles, pero también cuando debido a estos retrasos, nos autoprovocamos sentimientos de estrés por tener que hacerlo todo a última hora”, explica Seby García. “Además procastinar puede poner en peligro nuestra actividad laboral y nuestras relaciones, algo que acaba haciendo mella en nuestra autoestima”, añade.

No todas las personas son iguales y, por lo tanto, la procrastinación no se da de la misma manera. Hay diversos tipos de procastinadores ¿te identificas con alguno?

El perezoso. Lo deja todo para después y, pese a que el tiempo avanza, cree que tiene oportunidad para actuar a última hora. Puede que logre culminar sus deberes, pero el resultado es mediocre y mal realizado. Esta actitud puede costarle su reputación en el centro de estudios o en el trabajo y afectar sus relaciones personales.

El preocupado. Se preocupa excesivamente, pero al final no hace nada. El resultado es que pasa más tiempo estresándose que en acción. Además, esta práctica puede hacer que los demás lo vean en el trabajo como alguien en quien no se puede confiar.

El ocupado. Es quien tiene tanto por hacer que se agobia, pero no resuelve. No establece prioridades en su vida ni en sus deberes. Si bien puede tener deseos de hacer las cosas a tiempo, no distribuye bien su trabajo y no rinde por tanto en su desempeño.

El soñador. Se pasa el día imaginando cómo sería alcanzar sus metas, pero el tiempo pasa y no actúa. Cuando le dejan una tarea, se idealiza a sí mismo cumpliéndola, pero en la vida real no hace el menor esfuerzo por lograrla.

Si te has sentido identificado con alguno de estos perfiles y crees que las tareas se te acumulan, quizá seas un procastinador. Pero este mal hábito se puede evitarse siguiendo estos sencillos consejos:

Identificar el motivo y crear estrategias. Lo primero es identificar qué nos está haciendo procrastinar para poder romper con ese hábito. Observar nuestras rutinas, e identificar los momentos en los que buscamos excusas para procrastinar nos servirá para saber los horarios del día en los cuales somos más productivos.

Planificar. Es imprescindible planearse el día o la semana, escribirlo y dejarlo en un sitio visible. Poner un post-it en el espejo del baño para recordarse lo que se tiene que hacer es otra buena opción.

Paso a paso. Resulta muy útil hacer tareas pequeñas y cortas que inconscientemente no nos supongan un gran esfuerzo. Cuando la tarea es más compleja, lo recomendable es dividirla es tantas tareas tan pequeñas como sea necesario y crear metas para cada una de ellas.

Hacer una sola cosa. Muchas personas creen que realizar varias cosas al mismo tiempo es sinónimo de productividad. Pero al hacer muchas tareas al mismo tiempo, postergamos la entrega de todas y acabamos por no terminar de hacer ninguna bien.

No sentirnos culpables. Cuanto más nos castiguemos por los errores, sentiremos más ansiedad en la próxima tarea. Pero no hay que confundir ese perdón con excusas, no pasa nada, pero no puede convertirse en una rutina.

Usar técnicas de gestión del tiempo. Por ejemplo, en intervalos de 25 minutos, solo hacer una tarea concreta, sin móvil ni ninguna distracción más. Cuando pasen, descansar 5 minutos, y repetir hasta completar el trabajo.

 

 

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